Palestina, México y la historia colonial que nos une
Decir que los Estados modernos nacen bañados en sangre, es una verdad innegable del sistema colonial. La historia de México es un claro ejemplo de esto, pues cuatro siglos de dominación española arrasaron con milenios de historia y saberes; desde la exterminación de poblaciones enteras hasta la nivelación de ciudades. Esta historia se repitió en cientos de territorios, en cada continente del mundo donde había población humana, porque es el modus operandi colonial. Cuando Occidente designa un territorio como deseable, se vale de todos los medios para apropiárselo. De esta manera, los Estados modernos se construyen sobre fosas comunes en las que yacen cuerpos cuyos asesinos les despojaron de su humanidad.
La historia hegemónica nos ha enseñado a entender estos episodios de colonización como errores atroces del pasado. Hoy vivimos bajo el entendido de que existen mecanismos que previenen el exterminio sistemático de una población, los cuales protegen a lxs inocentes de la destrucción y que, de alguna forma, consagran la vida
humana. Sin embargo, esto es solo una ilusión, porque en este preciso instante el Estado de Israel está cometiendo un genocidio contra Palestina, en un esfuerzo concertado por apropiarse por completo del territorio.
La ocupación de esta región tiene una larga historia, que es similar a lo que ocurrió en América Latina o en el actual territorio de Estados Unidos. El desplazamiento y el genocidio de la población originaria de un territorio para dar lugar a un Estado Nación alineado con Occidente no es algo que haya quedado en el pasado, de hecho lo estamos presenciando en tiempo real.Según las cifras oficiales, han sido asesinadxs al menos 38,000 gazatíes desde octubre, aunque la cifra exacta se desconoce dado que se volvió imposible contabilizar las muertes. La integridad física y mental de quienes habitan en este territorio es nula, ya que Israel impide la entrada tanto de alimentos como de medicamentos. Además, está devastando por completo la infraestructura de la ciudad, mientras ataca sistemáticamente al personal médico que atiende a miles de heridxs. Por todo esto, la población se enfrenta a una hambruna extrema, así como a enfermedades ocasionadas por la falta de acceso al agua potable.
El discurso del gobierno israelí se sustenta en la supuesta defensa de los valores de la democracia occidental, pero su actuar deja claro que esto es poco más que una herramienta para escudarse ante las críticas. Los derechos humanos de la población palestina son sistemáticamente violentados por el ejército israelí. En los últimos meses, se ha discutido si las acciones israelíes son genocidas.
A continuación, cito los actos que la ONU entiende como genocidas, según la convención firmada en 1948:
“a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.”
Según las cifras oficiales, han sido asesinadxs al menos 38,000 gazatíes desde octubre, aunque la cifra exacta se desconoce dado que se volvió imposible contabilizar las muertes. La integridad física y mental de quienes habitan en este territorio es nula, ya que Israel impide la entrada tanto de alimentos como de medicamentos. Además, está devastando por completo la infraestructura de la ciudad, mientras ataca sistemáticamente al personal médico que atiende a miles de heridxs. Por todo esto, la población se enfrenta a una hambruna extrema, así como a enfermedades ocasionadas por la falta de acceso al agua potable.
En los últimos nueve meses, el ejército israelí ha lanzado más bombas en Gaza que las que cayeron en Europa durante toda la Segunda Guerra Mundial. Para este punto, es importante considerar que Gaza es un territorio pequeño, más o menos del tamaño de Querétaro. Por ello, es evidente que la escala de destrucción es masiva.
A todo esto, ¿por qué nos concierne como mexicanxs lo que sucede en Palestina? Después de todo, podríamos pensar que es un territorio que la mayoría de nosotrxs jamás pisará, con una historia que parece completamente ajena. Pues más allá de las razones evidentes (es decir, que no nos debe ser ajeno el sufrimiento humano, pese a que no esté en nuestro entorno inmediato), pienso que tenemos mucho más en común con Palestina que con Israel o con los estados que lo financian y respaldan.
La violencia que en nuestra región sufren lxs migrantes, lxs campesinxs y los pueblos originarios está vinculada al sistema global de opresión del que nació el estado de Israel. La violencia infligida sobre la población de Gaza demuestra que tanto el expansionismo como la colonización ocurren ahora, en el presente, con todas las herramientas que permiten el avance tecnológico del siglo XXI.
Ante este escenario, la organización colectiva me parece crucial para resistir al proyecto sanguinario que es vigente en el Norte Global. Las protestas que desde octubre se han organizado en varios países del mundo son un gran punto de partida. A mí me esperanza pensar en proyectos con más permanencia, que resistan a la destrucción y piensen en futuros justos para todxs. ¡Luchemos en el presente por una Palestina libre, por futuros en los que quepan proyectos centrados en la vida!