Cuando el estado tuvo que modernizarse o las familias necesitaron más ingresos económicos, las mujeres encontraron un lugar en la docencia. El aumento de las mujeres en la planilla docente feminizó el rol.

¡Obvio! El sentido de maternar y, por ende, el de educar pertenece a las mujeres. Es natural que ellas tengan un rol activo en las aulas; en ese espacio educar trasciende el mero hecho de transmitir conocimientos académicos, también les compete crear ciudadanos morales. 

La ternura y la empatía femenina son cualidades que ayudarían mucho, sobre todo en los primeros niveles de educación, a encauzar a las niñas y niños. Antonella Punzino hizo una crítica al respecto. 

El conveniente discurso, patriarcal, omitió las capacidades intelectuales de las maestras que se suman a las habilidades que sí se enlistaron. Hablemos de ello. 

En mi caso sí las hay. Recuerdo que me sentí muy inspirada a estudiar filosofía por la clase de ética de la maestra Luci. La pasión con la que daban una clase y de la que hablaban sobre el tema estimuló mi curiosidad. 

Entonces estudié humanidades, durante la carrera tuve muchas profesoras que admiré porque sus mentes estaban llenas de conocimiento, transmitían hábilmente el aprendizaje y  acompañaban nuestros pasos. Pero, además, eran agentes sociales activas, alzaban la voz contra las injusticias.

Ellas me enseñaron sobre el pensamiento crítico en las clases, en las vicisitudes de la vida. Hoy, un agradecimiento a esas maestras. Las que nos educaron, las que nos volvieron rebeldes.