En coautoría con Paulina Martínez.

El sentimiento de ser mejor acecha. Senos más firmes, cabello largo, sin canas, ni arrugas, abdomen firme, glúteos redondos, piernas sin celulitis. No hay cabida para una estría, para ninguna marca o algo que esté fuera de lugar. La cuerpa de las mujeres está atravesada por el deseo constante de ser “mejor”, aún cuando eso implique destruirse a sí mismas.

El horror corporal como una herramienta para hacerle frente a la sexualización y mercantilización del cuerpo femenino. Es la apuesta de Coralie Fargeat para tambalear los ideales de juventud eterna y belleza tóxica. Una película que denuncia el deseo y cosificación de los cuerpos femeninos como objetos de manipulación masiva.

La sustancia adopta tres formas: dismorfia corporal, procedimientos estéticos y la cuerpa como mercancía con fecha de caducidad. Entendida como tres posibilidades que se unen en una sola. La primera de ellas pone en primer lugar el aspecto físico por encima de todo, incluso de sí misma. La segunda como una vía para no envejecer, una oportunidad para sobresalir, mejorar y desafiar al tiempo. La tercera como un destino único que le depara a las mujeres: envejecer está prohibido, si lo haces, alguien te reemplazará. 

Desde el inicio, la explicación es brutalmente sencilla: un plano cenital de un huevo y una jeringa. En la yema surge un bulto amarillo que pronto se transforma en un segundo huevo, de mejor forma y color. Otro cenital sigue, esta vez para resumir el estrellato de Elizabeth Sparkle. Brilla intensamente al principio, pero el tiempo pasa, y la estrella se quiebra, atrapada en un desgaste constante que la conduce a su inevitable deshecho.

Los estándares de belleza son tan inalcanzables que la propia Margaret Qualley hizo uso de equipo prostético, ya que, como afirmó en una entrevista con The Sunday Times: “no existe posición mágica para los senos”.

El largometraje es vulnerabilidad pura. Se presenta a las espectadoras como un espejo de lo que son, de lo que anhelan y de lo que otros perciben, pero de lo que nunca podrán despegarse. Abre un diálogo ante el público con una escena totalmente destructiva, proyectiva y de identificación personal.

Los labios rojos de Sparkle frente al espejo, antes de una cita, son prueba de la incomodidad de habitar una cuerpa. El maquillaje destruido por pensamientos y por estándares inalcanzables, refleja cómo, desde la mirada masculina, se construye el ideal de la cuerpa femenina: algo inalcanzable.

En el cine, todo es sobre miradas y las distintas formas de interpretarlas. Fargeat ha puesto en escena la fórmula para criticar la mirada androcéntrica, cosificadora y patriarcal. Se percibe la frescura de un proyecto que satiriza la mirada masculina y pone el foco en quienes consumen estas cuerpas.

Las cuerpas han sido adornadas y explotadas sólo para ser devoradas por un sistema que, sin tapujos, las desecha. Porque de eso va el estrellato o la belleza: un futuro ilusorio sin periodo de transición, que se convierte en nostalgia por una juventud perdida.

Te reciben con un ramo de rosas y una promesa inalcanzable: “¡VAN A AMARTE!” y te despiden con un “¡FUISTE INCREÍBLE!”. ¿Perseguirás el sueño de perfección? ¿Buscarás La sustancia?