La señora Catia Aguilar ha hecho de su negocio una tradición. La venta de cempasúchil es su fuente de ingreso en temporada alta. Inició en el negocio familiar desde hace ya 10 años, una herencia de sus suegros, quienes ya la cultivaban y ahora le tocaba a su núcleo familiar vender y producir.

La flor de cempasúchil es nativa de México. El nombre es náhuatl y significa “veinte flores” o “varias flores”. Su principal uso, pero no único, es ornamental en las ofrendas del día de muertos.

Se destacan por su fuerte aroma y su vibrante color de tonalidades amarillas y naranjas. Además de ser consideradas por los creyentes como la conexión entre dos mundos: el de los vivos y el de los muertos.

El Consejo Mexicano de la Flor destacó como principales estados productores de cempasúchil a la Ciudad de México, Estado de México, Morelos, Puebla, Hidalgo y San Luis Potosí. El presidente de Conmexflor, Federico Martínez, estimó 350 millones de pesos como ganancias al terminar la temporada de día de muertos.

Dar la bienvenida

Catia vende ramos de cempasúchil y terciopelo en las calles principales de Yecapixtla, municipio de Morelos. El pequeño pueblo celebra la tradicional Feria de la Cecina y Tianguis Grande, una verbena para habitantes y turistas, puesto que las calles y recintos principales están llenos de puestos de comida, dulces, música y preparativos para darle la bienvenida a los muertos.

El transcurso del día en Yeca es caluroso. La señora Catia, de mirada enternecedora con sus clientes, destaca con voz delicada que la vendimia de las flores “significa darle la bienvenida a nuestros difuntos”.

La flor de cempasúchil es uno de los principales elementos para que las ánimas lleguen al plano terrenal. Están tendidas en el suelo, en ramos o deshojadas, para que la clientela tenga oportunidad de escoger.

Está acompañada de otra mujer y un niño que le ayudan con la venta, el acomodo de las flores y el orden del lugar. El día está por terminar, tiene un gran espacio vacío, unos cuantos ramos de flor roja, y a su lado, un montón de casi medio metro repleto de cempasúchil, terciopelo y nube.

Su precio no baja de los 25 pesos. Aunque Catia, es consciente de que a la gente no le alcanza y le toca decir “llévatelo en 20”. No la puede dar más cara porque no es revendedora, lo cual implica que ella, su acompañante y familia, están metidas en la producción desde cero.

Aunque el proceso lo describe de manera sencilla, es un trabajo de casi tres meses. Todo inicia con la semilla, la sacan y se forma el marsigo (una técnica para el manejo de plantas jóvenes que ya han desarrollado sus primeras hojas), con ello ya se pueden formar surcos (hendiduras en la tierra que permiten la siembra).

Resistir

Catia inicia la cosecha el 10 de agosto, la trasplanta a mediados de septiembre, fecha en que la planta ya está grande y la conserva y fortalece con abono o más tierra. Al trabajo de meses se le suman las jornadas en el tianguis.

Y aunque este año no hubo preocupación por las condiciones climáticas, la flor nativa ha competido contra Marigold, la flor de cempasúchil de China que comenzó a desplazar y decaer las ventas.

Marigold es producida para macetas, las semillas no germinan y se compran en cada cosecha. Mientras que las nativas, se distribuyen en ramos, son de tallo largo y erguido.

La flor de corte, como la de Catia que está en ramos, no necesita de semilla extranjera. Por ello, las nativas conllevan trabajo extra: recolectar semillas, guardarlas y plantarlas en el año venidero.

Catia, quien no ha dejado de acomodar sus flores para lucirlas bonitas ante los ojos de las y los transeúntes, afirma que el desplazamiento causado por la flor china le afecta a las producciones nativas, “porque ya no se vende lo mismo”.

Diferenciarlas presupone en primer lugar, remunerar el trabajo de las mujeres agricultoras y comerciantes; y en segundo, elegir lo nativo.