Shakira y la “música de señoras dolidas”
¿Qué tienen en común Shakira, Cazzu y Paquita la del Barrio? La primera de ellas es una cantante y compositora colombiana, quien ha conquistado el mundo con una gran variedad de géneros en su discografía. La segunda es una de las voces más potentes de Argentina, nombrada como la jefa del trap, pues destaca por su estilo que combina lo cute con lo emo o darks. Finalmente tenemos a Francisca Viveros Barradas, conocida por su nombre artístico: Paquita la del Barrio, cantante del regional mexicano y de la música ranchera, famosa por sus divertida letras sobre el desamor.
Todas con reconocidas carreras musicales, pero eso no es lo único que tienen en común. Cada una de ellas ha sido señalada en diferentes momentos como “dolida”, “ardida”, “resentida” o con la típica frase de que no superan a sus ex parejas. Sus canciones cargadas de sentimientos y referencias a sus vidas personales, a pesar de ser coreadas por un amplio público, también son objeto de burlas y calificativos peyorativos.
Un paso a la vez, ¿por qué decimos que alguien está dolida o dolido?
Coloquialmente decimos que alguien está dolidx cuando la persona expresa muestras precisamente de dolor, comúnmente ante una situación de desaire, traición o desprecio. Aunque no hay un estudio científico al respecto, podemos afirmar que culturalmente este adjetivo se suele utilizar de manera despectiva. Trata de señalar que alguien no puede superar u ocultar el dolor.
El despecho es otro calificativo equivalente, palabra que proviene etimológicamente del latín despêctus, que significa menosprecio, y que responde a ese sentimiento que resuena tras una desilusión fuerte. Adolfo Albán Achinte argumenta en su investigación sobre la música del despecho (2009) que:
En el argot popular (…), estar despechado es tener tusa, es decir, experimentar esa sensación de impotencia acompañada de rabia y desengaño. El despecho no es ni añoranza, nostalgia o melancolía, es dolor, refugiado en la más vívida sensación de despojo, de carencia y de vacío.
Música de señoras dolidas
A todo esto, ¿A qué llamamos «música de señoras dolidas”? Hablar de ésta como si fuera un género musical ya se ha hecho costumbre, tanto en generaciones adultas como en jóvenes. Sin embargo, esta etiqueta tiene algunos problemas; además de que homogeneiza los estilos únicos de cada artista, se basa en juicios de valor sobre los sentimientos que expresan las mujeres en sus letras. Juicios que parecieran no aplicarse con la misma intensidad en los cantantes masculinos que también hablan de ello.
Así es como la música, al igual que cualquier otro producto cultural que se desarrolla en un contexto patriarcal, está atravesada por los roles tradicionales de género. Por ejemplo, la historiadora queretana Oliva Solís Hernández ha puesto sobre la mesa el papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana.
Al analizar más de 60 canciones que desde la industria musical se consideran clásicos rancheros, concluyó que la representación femenina en dicho género musical oscila entre dos extremos: “la puta y la santa” o “la pecadora y la virgen”. Es decir, la mujer siempre como objeto de deseo, pero también de desprecio.
Además, las críticas a la música de señoras dolidas siempre se hacen destacando despectivamente el desamor, el despecho y tristeza de la letra, pero en las voces masculinas se reconoce la manera y condición de la interpretación. Por ello, mientras que a Pedro Infante o Vicente Fernández se les asocia con la música de borrachos (aunque sus letras también hablan del desamor), las cantantes son marcadas directamente por sus emociones.
Pareciera que los sentimientos y ser dolida fuese algo exclusivamente de mujeres, pues los hombres que tratan el mismo tema son identificados con el alcoholismo como símbolo y prueba de la masculinidad. Además de que comúnmente evaden los sentimientos de tristeza catalogados por el patriarcado como inaceptables en un hombre.
¿Por qué no hay música de hombres dolidos?
Históricamente las mujeres han sido asociadas con lo pasional, emocional y sentimental, pero todo esto solo se está permitido demostrar en el ámbito privado, pues parecen incomodar cuando se trata de expresar sus sentimientos en lo público, donde lo reconocido y valorado es masculino.
El uso de adjetivos como “dolidas”, “despechadas” o “resentidas” son utilizados para desvalorizar su arte. Sirven como un instrumento de coerción que les recuerda cómo deberían gestionar tanto sus emociones como sus procesos de sanación: es decir, lejos de la opinión pública y el diálogo colectivo. Lo anterior les recuerda que el deber ser de la buena mujer es tener “recato y compostura”.
El arte siempre se ha construido con los más viscerales y legítimos sentimientos humanos, así que eso no parece molestar cuando escuchamos a José José, a Luis Miguel ni a Bad Bunny. Nadie está constantemente recordándoles que ya no deberían hacer música sobre sus pasadas relaciones o sobre las desilusiones amorosas en general.
A la sociedad le “fastidia” que las mujeres sean agentes de sus propios dolores porque “no hay nada bueno en lamentarse”. Aquí impera la lógica masculina de “superación”, de pasar rápido de página y de evadir los sentimientos.
Ya sea de manera idealizada o negativa, desde siempre las mujeres han sido objeto de la música creada por hombres, pero Shakira, Cazzu, Paquita la del Barrio y muchas otras artistas, han tomado el control de sus narrativas. Se han convertido en sujetas activas de sus propias historias, las cuales solo ellas pueden contar, y así han desafiado siglos de cultura machista en la industria musical.