“Una mujer menos para maltratar ” fueron las palabras dichas por Adrian Marcelo dentro de La casa de los famosos México. El panorama es claro y sin disfraz de comediante: un hombre blanco heterosexual vilolento, misógino y machista.

La sociedad mexicana del espectáculo no ha despertado de su actual colectivo violento, mucho menos del pacto patriarcal. 

Es violento hacer del dolor de las mujeres un circo cuando hasta julio del 2024, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública contabiliza 463 delitos de feminicidio en su informe sobre violencia contra las mujeres.

“Gala, mira como te pones” dicho por Marcelo en transmisión nacional es la punta del iceberg que alberga más violencia. Las actitudes cometidas y reprobables como culpabilizar, descalificar e intimidar, forman parte del violentómetro.

Detrás de esos comentarios no hay ningún personaje. No hay humor. Hay pacto patriarcal e invalidación de una historia.

Que una mujer levante su voz del asiento, que sea estruendosa y furiosa ya no debería de suponer una invalidación emocional e incluso moral. No es una voz, son todas. Lo que sí debería de preocupar es en primer lugar, que durante la tendencia en la red social X, mujeres descalificaban la respuesta de Gala Montes. Escribió Isabel Allende en Mujeres del alma mía:

Me deprime comprobar que entre esas fuerzas opositoras hay tantas mujeres que temen el cambio y no pueden imaginar un futuro diferente.

El patriarcado es pétreo. El feminismo, como el océano, es fluido, poderoso y tiene la complejidad infinita de la vida, se mueve en olas, corrientes, mareas y a veces en tormentas furiosas. Como el océano, el feminismo no se calla.

Sumando a ello la falta de apoyo y contraposición al ataque verbal cometido a Montes. Los habitantes de la casa más famosa de México se mantuvieron callados, de moral muda, sin dar señal de un pacto roto o debilitado.

Cuando las mujeres se mueven y gritan juntas son más poderosas. El camino no es fácil pero la bienvenida será cada vez más sólida, pues no es una, son todas.

En segundo lugar, la permisividad en que se vio envuelto el programa es rechazable. Más allá de ser un reality show que llega a ojos y oídos de una gran audiencia, es punto de reflexión para evitar oídos sordos y ojos ciegos cuando una mujer se levanta de su asiento para gritar lo que no debe de ser silencioso o aplaudible.

Desalojar las violencias patriarcales de las casas es tarea que le compete a toda la ciudadanía. Por donde sea, pero sin violencia patriarcal.