Desde tiempos inmemoriales, las mujeres han tenido que encontrar diversas formas de lidiar con su ciclo menstrual debido a los tabúes y estigmas alrededor de este tema. Sin embargo, la historia de los productos de higiene femenina ha mostrado un progreso constante hacia el bienestar de las mujeres durante la menstruación.

En la antigüedad, se utilizaban materiales como hojas de plantas, musgo, lana y algodón para absorber el flujo de sangre pero eran métodos incómodos que además aumentaban el riesgo de contraer infecciones.

Fue hasta finales del siglo XIX que empezó el avance en los productos de higiene menstrual con las primeras toallas sanitarias, pero fue hasta la Revolución Industrial que se inició su comercialización gracias a la fabricación en masa de textiles y otros materiales que impulsaron el desarrollo de estos artículos. Aun así, los costos no permitían que fueran accesibles para todas.

En la década de 1930, se introdujeron los tampones modernos. Los primeros eran hechos de materiales duros y no eran muy populares entre las mujeres. Sin embargo, ya en los años 60, los tampones de algodón suave y compacto se volvieron más populares y comenzaron a competir con las toallas sanitarias.

A pesar de que estos productos mejoraron significativamente la vivencia del periodo, la historia de su desarrollo ha estado marcada por la desigualdad de género. Desde sus inicios, los productos de higiene femenina fueron diseñados y fabricados por hombres, lo que resultó en artículos incómodos, poco prácticos y, en algunos casos, peligrosos para la salud.

A partir de 1970, las feministas comenzaron a cuestionar la seguridad y eficacia de los productos menstruales. Se descubrió que muchas toallas sanitarias y tampones contenían sustancias químicas peligrosas que podrían causar inflamación, irritación y otros problemas de salud. Además, el impacto ambiental de los productos de higiene menstrual desechables también comenzó a preocupar.

Esto resultó en el desarrollo de alternativas más ecológicas y saludables. En la década de 1980, se inventó la copa menstrual, un dispositivo reutilizable y duradero, generalmente hecho de silicona médica, que se ha vuelto cada vez más popular en los últimos años. Además, las compresas de tela y otros productos reutilizables como los panties menstruales también surgieron como opciones para vivir el periodo con comodidad y, a su vez, para cuidar el medio ambiente.

Sin embargo, la marginación y la discriminación asociados con la menstruación siguen siendo un problema grave en muchas partes del mundo. Un alto porcentaje de mujeres no tiene acceso a productos de higiene menstrual adecuados y seguros, lo que puede afectar su salud y bienestar. Además, la falta de educación y conciencia sobre la menstruación sigue siendo un obstáculo.

La historia de los productos de higiene menstrual refleja las luchas y logros de las mujeres para satisfacer sus necesidades menstruales en contextos sociales, culturales y económicos desafiantes. A medida que surgen nuevas opciones de productos de higiene femenina, es importante seguir trabajando para garantizar que todas las mujeres tengan acceso a productos seguros, cómodos y asequibles durante su ciclo menstrual. Ante estos desafíos, diversas organizaciones y activistas han estado trabajando para promover la educación y la conciencia sobre la menstruación, así como para proporcionar productos a quienes los necesitan, pero aún hay mucho por hacer.