Por años se nos ha dicho que uno de los ritos de paso más importantes, tanto para los hombres como para las mujeres, es la pérdida de la “virginidad”. Ya sea porque significa el alcance de la maduración sexual, y con ello, la adición de nuevos cuidados y revisiones de salud, o por las connotaciones que puede llegar a tener desde el punto de vista moral, es un tema que está presente en nuestras vidas desde el momento en el que entramos a la pubertad y se nos enseña sobre sexualidad.

Para las mujeres, el inicio de la vida sexual es un hito que es considerado de suma importancia para nuestra salud, pues es con ella que se considera necesario comenzar a acudir a revisiones ginecológicas. Se tiene la creencia que, antes de ello, no es necesario hacer revisiones, pues aparentemente no existen enfermedades o trastornos que se puedan dar, aun habiendo iniciado el primer ciclo menstrual.

Esto, por supuesto, es una idea falsa, como asegura la doctora Mariana Robles, ginecóloga y obstetra, especialista en uroginecología, neurourología  y urodinamía, pues afirma que desde que se tiene la primera menstruación, se necesita de un seguimiento por especialistas en salud femenina que guíen a la adolescente en esta etapa.

“La virginidad no hace referencia a ningún cambio corporal, no es un término utilizable en contextos médicos, es un término puramente social para describir a una persona que no ha tenido contacto sexual con otra persona. No hay un sustento biológico para diagnosticarla, no cambia nada a nivel biológico”, asegura la doctora Mariana.

Y como término social, nacido de la visión de la mujer como una mercancía que mientras esté en mejor estado  puede intercambiarse para recibir más beneficios, la virginidad no tiene cabida dentro de una consulta médica, pues no es algo que se pueda revisar, ni que marque una diferencia médica.

Si bien, existe algo llamado anillo himeneal, que en la infancia funciona como barrera para proteger a la vagina de infecciones, pues al no producir aún estrógenos (los cuales comienzan a generarse hasta la pubertad), no puede protegerse de las posibles bacterias que pueden invadirla, esté no tiene nada que ver con un sello de garantía de virginidad, ni tampoco se rompe necesariamente con el coito, es algo que existe en un determinado momento como protector bacteriano, y que posteriormente puede permanecer intacto o no, independientemente de la penetración.

En México contamos con una visión médica centrada en la sexualidad, lo cual lleva a ponerle un peso enorme al haber tenido relaciones sexuales, pensando que solo a través del acto penetrativo se comparten microbiomas, es decir, todos los microorganismos que viven en la vagina o el pene, y que tal acto puede ser el único generador de infecciones u otras patologías.

No obstante, es importante recalcar que sí existen diversas patologías en torno a las hormonas, la matriz, los ovarios o el endometrio que no tienen relación con el inicio de la vida sexual que pueden aquejar a las adolescentes o personas con vulva; como lo es la endometriosis, el síndrome de ovario poliquístico, la anovulación, entre otras, que requieren de un seguimiento médico y que pueden presentarse mucho antes de que se tengan relaciones sexuales.

Lo anterior no niega las enfermedades que únicamente se contraen al iniciar la vida sexual (término médico correcto a usarse en lugar de virginidad), pero éstas no son lo único en lo que se debe de fijar un/a especialista ginecológico/a:

“Estamos en una sociedad que se centra mucho en el coito para hablar de iniciar la vida sexual, pero se puede iniciar la vida sexual con frotamientos, tocamientos, sexo oral, sexo sin coito o penetracion, o incluso se puede hablar del inicio de la vida sexual desde que tienes auto exploración y autoerotismo sin compartirte con otra persona”, nos comparte la doctora Mariana.

Así, más allá de centrar los diagnósticos y estudios ginecológicos en la idea de contacto penetrativo y rompimiento de anillo himeneal, es necesario abrir el panorama a lo que las pacientes y sus cuerpos requieren:

“Una de las poblaciones más afectadas por esta visión son las mujeres que tienen relaciones sexuales con otras mujeres, pues se sega la forma de tratamiento en la consulta, les dicen que no son necesarios estudios como el papanicolau porque no ha existido penetración”, asevera la doctora Mariana. “Esto merma la posibilidad de tener un diagnóstico o tratamiento más adecuado, a la vez que aleja [a las mujeres homosexuales] de los servicios de salud, de la detección oportuna, otorgándoles un pensamiento de inmunidad.”

Al limitarse a ver la salud como algo sexual, y la vida sexual de forma heteronormativa, es decir, como un acto que solo sucede entre hombre y mujer, se fomenta entre las pacientes la idea de que para ellas no es necesario ningún seguimiento o cuidado ginecológico, pues no han llegado a la penetración, cuando en realidad si están compartiendo sus microbiomas y, por tanto, potencialmente infecciones.

Asimismo, tanto las mujeres homosexuales, como aquellas que no han tenido ninguna clase de interacción sexual con ninguna otra persona, se ven impedidas muchas veces de diagnósticos médicos completos con pruebas endovaginales o como el papanicolau por el pensamiento de que, al no haber sido penetradas, no están preparadas por el estudio, o bien, el personal de salud puede llegarse a sentir con posibilidades de ser víctimas de un reporte, porque se cree que es equiparable a una violación, lo cual complica la posibilidad de recibir una atención médica integral.

El personal de salud no está libre de sesgos propios durante el tratamiento, diagnóstico o aplicación de estudios especializados. Lo ideal sería que exista un entorno médico que no dé por sentado que al nunca haber sido penetrada vaginalmente, no puedes hacerte cierto tipo de estudios o no necesitas recibir atención ginecológica, pero la realidad es que esta discriminación existe, y hay que hacerle frente, ya sea solicitando la atención adecuado o cambiando de consultorio.

La doctora Mariana se pronuncia diciendo que, si bien no recomienda mentir, pues la salud esta de por medio, se puede omitir la información que pueda generar un sesgo o con la cual no te sientas cómoda compartiendo: “Me encantaría que tuvieras un entorno médico seguro al que pudieras acudir, sin ningun tipo de represalia o discriminación, pero como sé que eso no existe en Mexico, así que si tienes la necesidad de no declarar algo, no lo hagas, si eso te hace sentir más segura.”

Una gran ayuda es buscar opciones con perspectiva feminista, que en terminos ginecológicos se traduce en: “colocar a la paciente en el centro de la atencion, [de tal forma] que permita entender las violencias y particularidades del género, las tome en cuenta para la patología y no todo se quede en lo biológico.”

Por último, como mensaje final, la doctora Mariana, asegura que no todo el peso está en las pacientes y en sus decisiones de personal de salud, sino que también debe de haber un cambio y una responsabilidad del lado de las y los ginecólogas/os.

“La llamada es a las y los profesionales de la salud, para tener prácticas neutras, libres de juicios, con prácticas bioéticas, con un mejor respeto por la autonomía de las pacientes, tanto para sus prácticas sexuales, como para las decisiones en el consultorio y las intervenciones en su cuerpo”.