Sobre la calle José Antonio Torres, cerca del metro chabacano, está El jardín de Lilith, un puesto donde la estética de las películas de terror y el veganismo confluyen. Entre recetas que Ana Herwert ha ido perfeccionando, calaveras y fotos de sus compañeros interespecie apadrinados, Brujo y Carlos, se comparte la filosofía de subsistir sin consumir otras vidas. 

Ana empezó a interesarse por el veganismo desde años atrás cuando conoció a personas que llevaban este estilo de vida. En específico recuerda al vocalista de The Smiths, Morrissey, quien fue un ícono importante para dejar de consumir cualquier producto proveniente de otro ser vivo. 

Siempre le había parecido extraño consumir carne e intentó quitarla de su dieta, pero le fue complicado mientras vivía en casa de su padre y madre. Lo logró finalmente cuando se independizó. 

El cine de protesta

Ana observó en las películas de terror que quienes eran los verdaderos monstruos usualmente eran humanos. “La gente pensaría que el terror y el veganismo son conceptos contrarios, pero mucho de este tipo de cine tiene más agenda de protesta en su subtexto que cualquier otro”.

Ella pone de ejemplo la película del Ciempiés humano (2009) –que fue una de las claves que la impulsó a cambiar su forma de vida– en donde, de acuerdo con su interpretación, lo que pasa en los mataderos se refleja en el filme. Solamente que en la historia quienes son las víctimas son humanos, un recurso que utilizaron para que quienes vieran la cinta sintieran empatía.

De esta forma fue que surgió la idea de hacer temático el Jardín de Lilith, porque se relaciona con los temas de protesta de las películas de terror, además de que era algo que Ana no había visto en ningún otro lado. Quería que un restaurante temático de este género vendiera comida vegana, al no encontrar quien lo hiciera, ella decidió crear el suyo. 

Ir más allá de la comida

Ana tiene claro que el veganismo no solo se encasilla en comer ensalada todos los días, también ha buscado apadrinar a animales de santuarios. A través de otros productos que venden en el puesto, como tote bags y stickers, han encontrado la forma de conjugar este apoyo a sus compañeros interespecie. 

“Los santuarios son la forma física que toma el veganismo, hacen una labor titánica y es muy importante para los animales que viven ahí. Encontré a Goyo santuario, en donde buscaban el apadrinamiento de Brujo, un guajolote. Empezamos con él y después con Carlos, un cuervo”.

Las fotos de los dos se encuentran enmarcadas y acomodadas en lo alto del puesto, cuando me las mostraron Ana me comentó con felicidad que a Carlos recientemente le pudieron ampliar el espacio en donde vive. 

Finalmente explicó que “los animales no tienen forma de decirnos: por favor respétame. Eso lo tenemos que entender. También, ya hay muchas opciones para cambiar nuestro estilo de vida y si tienen alguna duda son libres de acercarse a nosotros y preguntar. Porque más allá de ser parte de nuestra alimentación es toda una ética de vida”.

El jardín de Lilith se encuentra sobre la Calle José Antonio a unos pasos de la esquina con Calzada Chabacano. Su menú se enfoca en la veganización de hamburguesas, hotdogs y boneless, cada temporada cambian los postres y comparten el espacio con otros proyectos del mismo estilo.