Las mujeres y las personas gestantes no disfrutamos abortar, así como tampoco disfrutamos el dolor que viene después de perforarnos las orejas, la nariz, la lengua o el abdomen, y tampoco nos gusta el ardor en la piel después de hacernos un tatuaje, pero todas esas cosas las soportamos porque decidimos hacer esos cambios en nuestro cuerpo; lo mismo pasa con el aborto.

Hace 10 años, para no irnos tan lejos, se decía que “la decisión de abortar era la más difícil para todas las mujeres”. Ahora, con más información, sabemos que no, porque el miedo a maternar en un mundo tan hostil como este, está presente, o simplemente, no queremos seguir con un embarazo, y entonces abortamos.

Derecho a decidir

Hablar sobre aborto es hablar de los derehos sexuales y reproductivos de todas las mujeres y las personas con capacidad de gestar. En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los primeros seis artículos protegen los derechos sexuales y reproductivos, mismos que se basan en la libertad, igualdad, a decidir sobre el número de hijos o hijas y el espaciamiento entre cada embarazo, a una educación laica y a la salud.

Las personas tenemos derecho a decidir qué hacer y qué no hacer con nuestros cuerpos. Somos capaces de decidir si queremos seguir adelante con un embarazo o no. Sin embargo, todavía somos juzgadas por la sociedad, a pesar de todos los avances del feminismo y el movimiento antipatriarcal.

La lucha por el aborto legal, seguro y gratuito se basa en el derecho a decidir, la autonomía de nuestros cuerpos y el deseo de maternar (o no). Algunas mujeres reflexionamos si querer ser madres viene de un verdadero deseo o de la construcción social que nos han enseñado de que tener útero es igual a procrear. ¿Ser mamá o mapá1 en este mundo realmente es algo que queremos y que podremos ejercer de forma libre y plena?


 1. Mapá es una propuesta de nombrar a los hombres trans, personas no binarias y disidentes de género que tienen capacidad de gestar.

Los deseos que tenemos están compuestos por los entornos sociales, familiares, estructurales, institucionales, económicos, políticos… Tendremos que ver si la maternidad que deseamos está fuera de la romantización de cuidar o si estamos conscientes de que muchas veces es un proceso solitario, un trabajo extra, recursos invertidos a los que muchas veces no tenemos acceso como mujeres o personas gestantes.

Ahí es cuando viene la opción de abortar o no.  Si, a pesar de todas las dificultades que el mundo capitalista-machista-patriarcal-racista nos pone, decidimos ser madres o mapás, lo hacemos, porque la maternidad será deseada o no será.

Educación sexual para decidir

¿Cómo aprendemos a distinguir que comenzar nuestra vida sexual coital no es necesariamente un camino directo a la maternidad? Con educación sexual integral desde la infancia. Desde ese punto seremos capaces de distinguir que la fecundación del útero no es igual a una vida por sí misma. 

Decidir no continuar con un embarazo, también se acepta que las mujeres y personas gestantes asumimos nuestro erotismo, nuestra sexualidad, nuestro placer y eso no significa que queramos ser mamás o mapás.

 Mapá es una propuesta de nombrar a los hombres trans, personas no binarias y disidentes de género que tienen capacidad de gestar.

En el libro ¿Cómo ves? El aborto y la maternidad voluntaria de Gabriela Rodríguez Ramírez, la autora explica: «Desde el punto de vista biológico, la vida humana no comienza en un momento dado sino que se transmite, toda vida proviene de vida preexistente […] Por eso es importante comprender que el proceso de transmisión de la vida puede comenzar a partir de un óvulo fecundado o huevo que es como una semilla germinada, pero que debe recorrer un largo camino para convertirse en vida humana o persona. Afirmar que un huevo fertilizado es una persona, es una confusión conceptual; es tanto como decir que una bellota es un roble o que un huevo de gallina es lo mismo que un pollo. Para que un óvulo fecundado se convierta en un ser humano debe atravesar un largo proceso, es decir, hacerse un embrión y más tarde convertirse en feto, y una vez superada esta etapa, tiene que desarrollar un sistema nervioso suficientemente fuerte como para poder sentir y pensar».

Esta sencilla explicación da cabida a la propuesta legal de abortar antes de las 12 o 24 semanas de gestación. Aunado a esto, también es importante mencionar que gestar no es igual a crear vida, las mujeres y personas gestantes nos la pasamos abortando sin darnos cuenta. Esto se ha descubierto con la investigación centrada en los cuerpos con útero, pues se ha descubierto que cuando nuestras menstruaciones son particularmente dolorosas o más abundantes, nuestro mismo cuerpo expulsó lo que se estaba fecundando.

Gabriela Rodríguez Ramírez menciona que «La actividad cerebral se empieza a consolidar hasta el quinto mes del embarazo y no antes», y también explica que en los primeros cinco meses el embrión no tiene la capacidad de sentir, pues su desarrollo del sistema nervioso aún no se lo permite.

Todo se basa en el deseo y la libertad

Sin embargo, es importante mencionar que nombrarlo feto, embrión o bebé, es solo cuestión del deseo de maternar. Para una persona que espera tener un hijo o hija, llamarle bebé desde que supo de su embarazo, es totalmente respetable sin tomar en cuenta la etapa de desarrollo en la que esté la gestación, pues no sé trata de un asunto biológico, sino de una cuestión cultural, social y de derechos humanos, al decidir maternar.

¿Y si no quiero ser mamá o mapá? Entonces le llamamos como se nos dé la gana: embrión, feto, «la nueva célula que me está creciendo dentro», «el feto ingeniero», o no lo nombramos. Llevar el proceso de abortar, la decisión, la reflexión y el postaborto es personal, cada persona decide cómo vivirlo y hacerlo es ser libre y es ejercer el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.