Se abre el telón. La música empieza. Tu cuerpo comienza a moverse con la cadencia. Sientes nervios, pero decides confiar en tu memoria muscular. Recuerdas sonreír, porque esa es una de las reglas básicas en la danza: incluso cuando estas apunto del colapso por cansancio, tienes que hacer que todo parezca sencillo y disfrutable. De pronto, tus movimientos te llevan hacia la orilla del escenario, y alcanzas a escuchar lo que comenta alguien del público, entre susurros: “¡Ojalá tuviera yo a una así!, para que me bailara en privado”.

Decides alejarte de ahí, pero más adelante, mientras vuelves a concentrarte en los pasos, escuchas a otra persona del público diciendo: “No sé cómo la dejan presentarse así vestida, con pasitos como esos, cada vez estos bailes son más indecentes, por eso estamos como estamos”.

La canción finaliza. Te quedas en tu pose, sonriente. El público aplaude, silban. Pero en lo único que puede pensar es en los comentarios que escuchaste. ¿Acaso es lo único que les generó tu presentación? Tres meses de ensayos, divididos en al menos 2 horas de ensayo 3 días a la semana, más algunas cuantas horas de ensayos por tu cuenta en tus momentos libres, trabajo de proyección, limpieza en los pasos, conexión con la música, y ¿eso es todo en lo que pueden pensar? ¿en sí tu vestuario era muy revelador o si los pasos que te hacen sentir la más segura del mundo, se pueden hacer en privado como preámbulo para otros movimientos?

Escenas como esta suelen ser comunes en el mundo de las danzas actuales: algunas catalogadas dentro del género de danzas urbanas, otras dentro de la danza comercial. conllevan una apropiación del cuerpo de quien las baila, de tal forma que los movimientos que se hacen implican tocar partes del cuerpo que es tabú tocar en público, mostrar seguridad, caminar de modo “sexy”, bailar en el piso y abrir las piernas, mover el cabello con lo que se podría malinterpretar como coquetería, entre otras cosas.

Todo ello, lleva a ser danzas altamente criticadas (y criticables), pues irrumpen con los estilos que ya se tenían hasta el momento, pero más aún, porque rompen con una práctica ancestral: el que las mujeres NO bailen para alguien más, sino para sí mismas.

Las danzas como sexy dance, heels, twerk, voguing, buscan acercar a las mujeres y/o personas de la comunidad LGBT+ al empoderamiento y recuperación de propiedad y conexión con el cuerpo, que por mucho tiempo fue tratado como algo disfrutable para otros, pero en muy pocas ocasiones se retoma como algo que puede disfrutarse para una misma, sin que la mirada ajena afecte para bien o para mal en ese disfrute.

Ahora, tampoco es que no se pueda bailar para otras personas, si así lo desea la bailarina. El commercial dance o baile comercial suele tener más esa idea, pero lo que se desea eliminar la objetivización del cuerpo femenino, el pensar que la única forma de presentarse es en casos en donde se tenga que actuar como musas, como mera inspiración del arte antes que las creadoras de ello.

A veces, cuando eres bailarina, parece que luchas contracorriente: luchas con tu autopercepción, pues la figura y apariencia del cuerpo es esencial para muchas danzas, aparecer de cierta forma ayuda a ser mejor aceptada en algunos círculos, pero también, ciertas formas del cuerpo favorecen o dificultan la ejecución de algunos movimientos, lo que te lleva a estar consciente de lo que tienes y lo que “te falta”; luchas contra tu inseguridad, tus nervios, la constante comparación con quien logró avanzar o ejecutar un paso; luchas con los estereotipos, con tu proyección escénica, con tu solvencia económica, los costos del vestuario, los horarios de los ensayos, con el sueño de poder presentarte en grandes escenarios para transmitir emociones al público, para poder sentir tú algo, porque al final del día, eso es el arte y la danza…¿verdad?

¿Acaso es necesario siempre ser creadoras? La objetivización se debe eliminar, pero ¿Qué hay de la inspiración que puede surgir de mi danza? ¿Qué es lo que hace arte al arte? ¿La proyección de emociones, hacer que alguien sienta algo o permitirse sentir y mostrarlo? ¿Acaso se puede puede ser ambas cosas, a elección, sin que se nos juzgue por ello?.

Parece ser que sí es posible poder ser admirada, al tiempo que se es creadora, porque como dice Damarha Ledesma, directora de la academia de danza Espacio Creativo: “Definirme como una de las dos opciones sería encasillarme en algo en lo que tal vez no le voy a ser fiel. A veces soy de una forma, a veces otra y eso es la parte hermosa del ser humano: tener esa dualidad que te va a permitir conectar con dos personalidades, quizá totalmente opuestas, la sociedad a veces te quiere encasillar o en ser esto o aquello, y a veces puedes ser ambas, el definir limita, hay que ser lo que se quiere ser, disfrutar de la complejidad, misterio y armonía del ser humano.”

En este 29 de abril, Día de la danza, celebremos a todas las mujeres que luchan por su espacio, el apropiamiento de su cuerpa, para poder disfrutar de ser las artistas de su camino y las musas que admiren al recorrerlo.