Ayudar, descubrir nuevas personas, crear una comunidad que trabaja por el bien común, inspirar, enseñar, volverse una modelo a seguir, una figura pública, lidiar con plagios, luchar contra un sistema capitalista construido en la sobreexplotación de recursos, acoso, miedos e inseguridades.

Todo eso es lo que representa dedicar tu vida al ambientalismo, asegura la científica y activista ambiental Hilda Margarita Castro Cuamatzi, originaria del estado de Tlaxcala, México. Comenzó a interesarse por el ambiente gracias a su madre, su abuela y su bisabuela, quienes mostraron una conexión profunda con la naturaleza a lo largo de sus vidas, inspirando a Hilda a seguir su camino y estudiar la Licenciatura en Ciencias Ambientales.

Mientras realizaba su tesis de licenciatura, descubrió algo con lo que muchas científicas y académicas antes de ella han tenido que enfrentarse: la falta de enlace entre el mundo escolar y la sociedad, creada a partir de la falta de generalización del conocimiento debido a la poca difusión científica, además del sobreuso de tecnicismos que dificulta la comprensión de las personas que no son parte del gremio.

“Yo me preguntaba, nosotras como estudiantes, ¿qué estamos haciendo para que las autoridades retomen nuestros estudios y hagan algo, una legislación, una política pública o algo que genere un impacto?”

Este cuestionamiento fue la semilla que plantó en Hilda la necesidad de acción que la llevó a ser voluntaria en distintas organizaciones sociales. No obstante, llegó el momento en el que esto no fue suficiente, pues estas asociaciones civiles no siempre tenían en la agenda acciones enfocadas a problemáticas ambientales, lo cuál llevó a Hilda a crear su propia organización, dedicada al 100% a la educación ambiental y la promoción del cuidado de nuestra casa común.

Toktli es el nombre de esta organización, creada hace 4 años con mucho miedo y dudas sobre si llegaría a ser exitosa. Su objetivo es poder hacer que las personas se involucren en el cuidado del ambiente, creando liderazgos que busquen soluciones sencillas desde sus propios entornos.

Está fundamentada en 4 pilares esenciales: informar y capacitar (para tomar mejores decisiones se necesita conocimiento sobre el tema, y sobre las maneras correctas de actuar); inspirar (motivar a las personas, hacerles ver que un cambio es posible); sumar (tomar acción); incidencia (formas de sostener el cambio a través de propuestas y vigilancia del cumplimiento de las mismas).

A partir de la creación de esta organización, Hilda se ha involucrado de lleno en el papel de activista, y aunque aún le cuesta trabajo aceptarse como tal, sabe que esa es su labor: visibilizar problemáticas ambientales y exhortar a las autorizadas a que garanticen nuestros derechos.

Mujer y activista: los retos

Hilda cree firmemente en el hecho de que no existe una mayor o menor relación con el ambiente, ni tampoco un aumento o disminución de la responsabilidad para cuidarlo, por ser hombre o mujer; sin embargo, afirma que existen experiencias que ella ha tenido, cuyo origen está enlazado a su condición de mujer.

Una de ellas es el acoso que ha llegado a recibir de algunas personas con las que se pone en contacto con la finalidad de realizar alianzas: “Algunas personas se agarran de que les pasé mi contacto por trabajo para intentar establecer otra relación conmigo; son personas de afuera (de su círculo cercano) o amistades de amistades que me buscan para colaborar, pero después hostigan”.

Asimismo, existe también la subestimación de sus capacidades y su alcance por el hecho de ser mujer jóven:

“Me he salvado de sufrir dscriminación en el gremio de científicos por el título de maestra que tengo, porque se cree que un título hace mejor a una persona, por eso siempre me presento como científica ambiental, no como activista, te ningunean de otra forma, dan de menos tu trabajo, no sé si por ser jóven o ser mujer, pero hasta que no ven tu currículum, tu título, tu experiencia, que has visitado el extranjero y que tienes una organización propia, no te escuchan con el mismo interés, sino que solo te dicen ‘¡Ah! otra niña loca que habla de tal tema’”.

Cuenta que en alguna ocasión fue a visitar la oficina de un académico para solicitar una alianza con él para realizar una serie de conversatorios, no obstante, esta persona no la tomó en serio hasta que no llegó un colega a presentarla con el título de “Maestra Hilda”.

Además del acoso y la subestimación de sus capacidades, Hilda también ha tenido que enfrentarse al plagio y robo de sus ideas, y aunque esto no es limitado a las mujeres, la forma en la que se dio si es particular: después de imitar por completo la organización de un evento ambientalista, una persona siguió cada una de las acciones de Hilda, a los congresos que iba, o las alianzas que realizaba, esa persona también estaba allí:

“A veces lo siento como acoso, conozco a la persona, trato de evitarle, pero siempre se involucra en los mismos espacios que voy, y es muy difícil evadirle, pero es un desgaste emocional, un enojo constante, por eso ahora trato de solo bloquear e ignorar».

La rabia e inseguridad que le generan enfrentarse a estas situaciones se enfrentan con el deseo de seguir trabajando en la causa en la que cree, haciendo que se plantee constantemente, «¿qué tanto debe cuidar su ‘no’ para no cerrar puertas desde lo profesional, pero que tampoco se ponga en riesgo a sí misma?”

La solución que ha encontrado es la de ser cautelosa, siempre dar mensajes positivos, y alentadores, buscando evitar confrontaciones directas: “Busco ser siempre diplomática porque no quiero sufrir represalias después. También intento buscar coincidir con mujeres, sobre todo cuando se trata de autoridades públicas, para no abrir posibilidades a malos entendidos».

Igualmente, busca mantener el control de la situación, eligiendo qué alianzas realizar: “Funde Toktli también por eso, para tener control de con quien colaborar y que planes realizar, porqué en una organización estas sujeta a si le gustas a el jefe o no, a si tienes los suficientes títulos para poder conseguir algo».

Finalmente, Hilda comparte que uno de sus mayores retos es el de enfrentarse a su propio síndrome de la impostora, es decir, a su reticencia de otorgarse los títulos de activista y ambientalista, por creer que no ha llegado a hacer lo suficiente para ganarselos:

“El título de ambientalista apenas me lo puse porque no soy ninguna Greta Thunderbird. Aún me veo chiquita y me siento muy pequeñita para colaborar con personas que antes admiraba y solo veía como orientadoras».

Mujer y activista: las gratificaciones

Pero así como existen las dificultades, también existe la parte positiva, la que impulsa a Hilda a seguir con su trabajo, y gran parte de ello son las oportunidades de explorar que brinda, así como la colectividad que se genera a partir del trabajo de ambientalismo y activismo.

“Este camino me ha abierto puertas que nunca hubiera pensado, a grandes eventos en colaboración con empresas, organizaciones internacionales, gubernamentales. Me ha permitido conocer y además colaborar con grandes personas que me inspiran”, asegura Hilda.

Ella ha conocido otro lado de sí misma en el mundo del activismo, realizando un esfuerzo por inspirar a otras personas a generar un cambio, primero en sus hábitos contaminantes, y luego en los de su comunidad, al grado que se ha vuelto una inspiración para muchas personas de la comunidad ecologista, entre ellas sus propias voluntarias en Toktli.

“Al volverme más activa, se me fue creando una figura, otra personalidad, la de ‘Hilda la activista’, y con ella, se crea una expectativa enorme hacia ti, lo cual es un gran peso, pero también me hace más crítica, más consciente de la responsabilidad; me implica que tengo que estar más preparada, trabajar al doble o al triple, actuar siempre de una manera para motivar e inspirar, me llena de alegría y me llena de pavor porque tengo que ser aún más que antes».

El activismo ambiental, desde la mirada de Hilda, es muy satisfactorio, pero también muy agotador. Los retos políticos a los que se enfrenta con las autoridades políticas que pasa cualquier activista, aunado al trabajo doble que se le exige al ser una mujer jóven que debe de probarse antes de ser aceptada, el acoso y las altas expectativas impuestas por la sociedad y por ella misma, a veces pueden parecerle demasiado, pero siempre tiene en mente su meta: ser la semilla que genera el cambio.

“El mundo necesita más locas que luchemos por lo que de verdad importa, nuestra casa común, la Tierra y su biodiversidad».