La literatura ha sido escrita por hombres dentro de un canon literario considerado universal, inamovible e incuestionable; existiendo así una larga enumeración de escritores, obras y movimientos determinados como los mejores, los que deben ser preservados y estudiados dentro de una cultura y sociedad. 

El canon ha intentado sofocar las letras de las mujeres, ha marginado lo escrito por ellas, adjudicándolas en espacios públicos limitados y una mención casi nula dentro de la cultura popular. Tan solo en 2020, el Catálogo Bibliográfico de la literatura en México registró un 26.7% de escritoras.

Las cifras permiten saber que 73.3% de los escritores tienen autoridad dentro del ámbito literario, epistemológico y de influencia. Sumando a ello que a las mujeres se les ha posicionado como musas representadas bajo una mirada masculina y sin identidad propia.

Las mujeres en la literatura han existido y resistido siempre pero no han sido nombradas, ni ellas ni sus obras o movimientos. Presentes desde un seudónimo masculino o un anónimo, que como decía Virgina Woolf: «anónimo eran y/o son las mujeres». Las escritoras desarrollaron esas herramientas para evitar que sus letras fueran acalladas o nombradas como textos menores debido a que los literatos les atribuyeron sensibilidad, subjetividad y narratividad.

El arte masculinista subyuga y perpetúa los roles adjudicados a las mujeres, las definen a su antojo y hablan por ellas. Es el espejo y modelo de las y los lectores.

Ante la invisibilización y deslegitimación de la literatura de mujeres, se ha levantado una crítica a la universalidad del canon. Han hecho de la literatura un medio por el cual desmantelar y resistir al patriarcado para su deconstrucción.

Las mujeres no solo están escribiendo, sino que ya no separan obra, autor y contexto al analizar las obras escritas. De esa manera se cuestiona la comodidad, privilegio y autoridad de los escritores. El canon es cada vez más arcaico, cada día se corrompe más. Hay más mujeres creando, escribiendo y siendo artistas.

El arte de las mujeres es una revolución con la cual es posible reinventar y abaratar los grandes relatos hegemónicos y androcéntricos de la cultura, para así incidir en las diferentes realidades.

Junto a esto, más allá de ser un movimiento social, el feminismo se convierte en un paradigma epistémico. Ahora las mujeres están teorizando, pensando y reflexionando acerca del canon literario. El feminismo mira en la literatura una búsqueda y encuentro de una voz propia dentro del ámbito que era reservado a los masculinos.

A través de un discurso feminista las voces reconstruyen y resignifican desde su forma de mirar e interactuar en el mundo. La escena artística femenina reinventa, transforma la forma de escribir y reinterpreta la realidad.

La voz femenina en el arte sí es una forma de conocimiento. Es a través de los descubrimientos, emociones, temores e interacción con el mundo que se tiene una fuente creativa, por la cual se expresa, crea y genera el arte. Es así como las mujeres han pasado a ser las creadoras y artistas.

Su arte es fundamental para tejer redes con otras mujeres. Se reconocen las unas a las otras, juntas reclaman los espacios que siempre les corresponden y abren paso a las que no fueron nombradas, a las que están y a las que vienen. Ya lo dijo Virgina Woolf: “las grandes poetas no mueren, son presencias continuas, les basta una oportunidad para reencarnarse entre nosotras».