Escribir el miedo: autoras del suspenso y horror
La literatura es una de las bellas artes más antiguas. Antigüedad que se refleja en un sin fin de nombres que le han dado vida. Unos más reconocidos que otros, es decir, aquellos que reciben la etiqueta de “referentes”. En este sentido y hablando de los géneros de horror y suspenso, ¿quiénes son sus principales referentes?
Posiblemente a su mente lleguen nombres como Edgar Allan Poe, Stephen King o H.P. Lovecraft, que se les reconoce su talento, pero no podemos dejar de lado las plumas que han escrito infinidad de monstruos y que muchas veces pasamos por alto.
La joven que desafió a la muerte
Mary Shelley fue una escritora, dramaturga, ensayista y biógrafa británica nacida en 1797. Su obra principal es más que conocida desde su publicación en 1818 –aunque originalmente salió bajo un seudónimo–: Frankenstein o el moderno Prometeo. La historia surgió a raíz de una especie de reto. Era el año de 1816, “el año sin verano” con lluvias tan intensas que era prácticamente imposible salir de la mansión a la que había sido invitada junto a su esposo Percy Shelley. En aquella estadía, el anfitrión Lord Byron, retó a sus huéspedes a crear un relato que helara la sangre de quien lo leyera.
Fue una tarea complicada, pero esa noche Mary tuvo una visión y así materializó el sentimiento de pérdida por la muerte de su madre y de su primera hija, y la separación de su padre en una novela sobre la muerte y la vida que nos atemoriza al día de hoy.
La soledad convertida en terror
Shirley Jackson fue una cuentista y novelista estadounidense nacida en 1916. Su talento la convirtió en una de las narradoras de terror más interesantes de la literatura estadounidense siendo una influencia muy importante para autores contemporáneos como Stephen King, Richard Matheson y Joanne Harris.
Su soledad y aislamiento durante la infancia la llevó a buscar compañía y consuelo en los libros, hecho que le permitió encontrar su vocación y que hoy nos permite horrorizarnos con obras como La lotería, La maldición de Hill House, y La carretera a través de la pared.
El misterio entre realidad y fantasía
Zacatecana de nacimiento, Amparo Dávila nació en Pinos el 21 de febrero de 1928. Desde temprana edad salió a relucir su enorme talento literario al publicar tres libros de poesía con tan sólo 22 años: Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1954) y Meditaciones a la orilla del sueño (1954).
En 1966 obtuvo una beca del Centro Mexicano de Escritores, durante la cual convivió con escritores de renombre como Julieta Campos, José Agustín y Salvador Elizondo. Y para 1977 publicó la que ha sido su obra más trascendente y que la hizo acreedora al premio Xavier Villaurrutia de ese mismo año: Árboles petrificados.
La literatura de Amparo combina realidad y fantasía de una forma tan auténtica que resulta complicado encasillar su estilo dentro de un solo género. Aunque bien es cierto que su escritura entra perfectamente en lo que llamamos “realismo mágico”, género cultivado por Juan Rulfo en Pedro Páramo a quien Amparo no le debe nada.
La nueva voz del horror latinoamericano
Finalmente tenemos a Mariana Enriquez, periodista, escritora y docente argentina, que forma parte del grupo de escritores conocidos como “Nueva narrativa argentina”. Mariana nació en Buenos Aires, Argentina, en 1973 y su primera novela Bajar es lo peor (1995) la publicó con tan sólo 21 años.
Ha logrado un gran éxito con sus novelas y cuentos dentro del género de horror. Fue galardonada en 2017 con el Premi Ciutat de Barcelona en la categoría «Literatura en lengua castellana» por su libro Las cosas que perdimos en el fuego. Y en 2019 se alzó como ganadora del Premio Herralde de la Editorial Anagrama con su última novela Nuestra parte de noche.
Mariana se ha consagrado como una de las voces más oscuras, misteriosas y atemorizantes de la literatura moderna.
Así se escribe el miedo
Hay mujeres con sobrado talento para crear historias, monstruos y realidades que nos hielan la sangre cuando leemos. Mary Shelley, Shirley Jackson, Amparo Dávila y Mariana Enriquez son sólo algunas de las muchas escritoras que han estado y están ahí afuera materializando sus mayores miedos en páginas que nos mantienen en vela durante la noche, en historias que nos fascinan y horrorizan.
Ellas no sólo escriben sobre el horror: lo reinventan, lo moldean desde la sensibilidad, la pérdida y la rebeldía. En cada relato, el miedo deja de ser un enemigo para convertirse en un espejo, uno que refleja lo que habita en lo más profundo de nuestro ser.
Así se escribe el miedo, desde lo propio, desde la rebeldía, desde la oscuridad, desde el silencio y desde las entrañas porque escribir el miedo también es una forma de enfrentarlo, de comprenderlo y, tal vez, de hacerlo nuestro.


